domingo, 14 de noviembre de 2010

IKURDE EDERA


Tierra adentro yace.
El suelo es su amarre.
Los prados sus mares,
el valle su puerto;
y un pausado tañir
le cuenta las horas.

Estática espera
el amor de las aguas,
sin el suave vaivén
de su balanceo,
ni el penoso crujir
de sus tormentas.

Ya no más mañanas
de quejumbroso aliento
sobre ella se ciernen.
Ni presurosas manos
curtidas al viento
sus redes recogen.

Ya no más miradas
de sombría tarde
el tiempo otean.
Ni entornados ojos
confianza encuentran
en sus horizontes.

¿Qué impetuosa ola
en lejano puerto,
a la deriva la ha llevado?
¿En qué vacía hora
de triste lamento
se perdió su regreso?

¿Quién dejó los vientos
y las madrugadas
Quien la abandonó
Inerte, resignada,
para no tener de ella
el pan y el sustento?.

E inmovil, en esa espera
de rumbo fijo,
muerte lenta,
se seca el recuerdo,
se ensancha el olvido
de lo que fue,
de lo que tuvo.

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